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martes, 3 de mayo de 2011

Camin del Urriellu, 2011-mayo-01

Como hay predicción de lluvia y en Los Picos nunca se sabe que puede pasar, vamos equipados con abrigo para el agua. Desde el mirador del Pozo de la oración en Poo de Cabrales ya se ven las nieblas en las cumbres.


En Arenas de Cabrales tomamos la carretera hasta Poncebos y seguimos por Tielve hacia Sotres, con el rio Duje a nuestra izquierda, antes de llegar tomamos la pista que nos lleva hasta el Collado Pandébano.

Una tarabilla sale al paso en las Cabañas de Canero.

También se ven los acentores.



El Murallón de Amuesa retiene las nieblas a espaldas de Bulnes.

Llegamos a la Majada de la Terenosa

Una pareja de pardillos alimenta a su cría entre las piedras de una cabaña.

Collalba.



Bulnes desde la Terenosa.

Bosques y bosquecillos de hayas son protagonistas aportando texturas al paisaje.

Mirando hacia nuestra izquierda el Karst envuelto en brumas se revela mágico.





Cerca del Collado Valleju empezamos a ver grupos de rebecos que nos observan con curiosidad.
Rupicapra pyrenaica, Pyrenean chamois, Rebeco.

Ramón Lacruz mi hermano me comenta que en la guía del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, escrita por Julián Delgado Úbeda en 1932 y editada por la Comisaría de Parques Nacionales del Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio, que es una pequeña joya en cuyo prólogo D. Pedro Pidal, después de referirse a los Picos como el "Paraíso Poseído", frente al "Paraíso Perdido" y al "Paraíso Prometido" dice

"para nosotros, el encanto especial, particular, sui géneris, característico, del Parque Nacional de la Montala de Covadonga, no es tanto el de admirar el escenario imponderable como el de descubrir en él (¿será acaso emoción superior acaso la de los descubrimientos a la de los inventos?), con o sin unos buenos Zeiss prismáticos, esas valientes, intrépidas, encantadoras y sugestivas gamuzas llamadas rebecos, que, ora pacen tranquilos las finas hierbas de las altas cumbres sobre aristas colgantes vertientes sobre el precipicio que da miedo verlos, ora atraviesan grandes manchas de blanca nieve para refrescarse jugando en ellas, ora lanzándose en cuadrilla de veinte, treinta, cincuenta, ochenta y hasta cien o más rebecos, corren y saltan por las peñas velozmente, con agilidad sorprendente, dando saltos incomprensibles o subiendo por paredes verticales que no se comprende cómo pueden hacerlo; espectáculo para nosotros el más sugestivo, emocionante y pintoresco que hemos podido contemplar en vida y visto el cual, todo otro, sin poderlo remediar, desmerece."

El prólogo entero está muy bien, y finaliza el Marqués de Villaviciosa con su epitafio, que luego se pondría en su tumba en Ordiales:

"Nosotros, enamorados del Parque Nacional de la Montaña de Covadonga, en él desearíamos vivir, morir y reposar eternamente, pero, esto último, en Ordiales, en el reino encantado de los rebecos y las águilas, allí donde conocimos la felicidad de los Cielos y de la Tierra, allí donde pasamos horas de admiración, emoción, ensueño y transporte inolvidables, allí donde adoré a Dios en sus obras como a Supremo Artífice, allí donde la Naturaleza se me apareció verdaderamente como un templo. "










Este pinzón me deja acercarme entre la niebla.




Las vistas desde el Valleju son realmente espectaculares, la niebla persistente nos ha velado la contemplación del Urriellu.


De vuelta del Collado Valleju el camino discurre sobre un puentecillo de piedra que de forma inexplicable, como por puro milagro, no se viene abajo por si solo. Tuvieron que utilizar dinamita para abrir este acceso para los montañeros que anteriormente se veían obligados a dar grandes rodeos, o subir desde Bulnes por la canal de Camburero.

Al final de la pista, Un escribano cerillo en el tejado de una cabaña en los Invernales del Texu.
Emberiza citrinella, Yellow hammer, Escribano cerillo.

La carretera que nos aleja de los Picos hasta la próxima ocasión baja paralela al rio Duje que lleva un poderoso caudal.

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